La ciudad de Nuremberg, cuyo nombre nos resulta familiar por los juicios al final de la Segunda Guerra Mundial, es también el lugar donde desde hace muchos años se lleva a cabo otra guerra, no sangrienta pero definitivamente feroz y esta vez entre los más importantes fabricantes de lápices y lapiceros. Conozca la historia de la llamada “Guerra de los lápices”.
HISTORIAS RELACIONADAS:
Hay una guerra silenciosa que viene sucediendo desde hace más de 180 años, en un campo de batalla diferente, donde no hay bombas, tanques, muertos ni sangre, pero si mucha pasión; nos referimos a la guerra entre las empresas Faber-Castell, Staedtler y Stabilo que luchan por diseñar y fabricar cada vez mejores y más innovadores elementos de escritura.
Durante muchos años, Faber-Castell; que este año cumple 260 años de existencia y Staedtler que no se queda atrás y celebrará 186 años de vida; se vieron envueltos en la que se llamó la “Guerra de los lápices”, que llegó a su momento cumbre durante la década de los noventa del siglo pasado, cuando una corte falló a favor de Faber-Castell por el derecho a ser reconocida como el fabricante más antiguo de lápices del mundo.
Si bien es cierto Staedtler perdió la guerra ante los tribunales, Alex Marx, actual Gerente General de la empresa sostiene con orgullo que Friedrich Staedtler-1636, en 1662, fue la persona a la cual se le reconoce en antiguos registros históricos como el primer fabricante de lápices; si esto es así ¿porque Staedtler perdió el juicio? pues debido a las estrictas reglas de los gremios de artesanos imperantes en la Alemania de los Siglos XVII, XVIII y XVIX; Staedtler recién fue reconocido oficialmente como fabricante de lápices en 1835 y por esa época y a sólo 7km de Nuremberg, en el pueblo de Stein, ya existía desde hacía años una fábrica de lápices llamada Faber-Castell que había obtenido el reconocimiento gremial en 1761; y esa es la razón por la que la prestigiosa marca alemana ostenta el título de la más antigua; ¿injusto? pues depende de como se vea.
El Conde Anton-Wolfgang von Faber-Castell(1941-2016), CEO de la empresa por 40 años, fue el último miembro de la familia en estar a la cabeza de la empresa, que hoy es presidida por Stefan Lutz-1964, que si bien no está relacionado familiarmente con la empresa, es un apasionado de la marca y está dispuesto a ser el principal vocero de la tradición y el legado creado desde hace 260 años, defendiendo a capa y espada el título de ser la fábrica de lápices más antigua del mundo, y es que para Faber-Castell, no hay duda que ellos son los primeros, a pesar que Staedtler su principal competidor no lo quiera aceptar; y es que como todo en la vida “papelito manda”.
Independientemente de la pugna por quien fue el primero, ambas empresas son exitosas y generan millones de dólares en ventas; pero lo más importante: viven enfocadas en innovar y lanzar productos que se ajusten a las nuevas necesidades de los consumidores; así por ejemplo Staedtler logró desarrollar hace unos años en su fábrica de Nuremberg lápices de colores cuyo interior no se quiebra si el lápiz cae al suelo o si se le saca punta, algo que no se había podido lograr durante años por la delicadeza del grafito; esto ha llevado a que los lápices de colores de Staedtler sean los preferidos por muchos; frente por ejemplo a los no menos espectaculares colores de Faber-Castell o de Stabilo.
Staedtler también ha desarrollado el lápiz Wopex, un producto fabricado de madera prensada o reciclada; que sólo utiliza 20% de madera original, frente al 80% de madera “nueva” que la mayoría de lápices utiliza. El Wopex fue tan innovador cuando fue lanzado que la línea de producción se mantuvo por años en el más absoluto secreto, para evitar que el sistema de fabricación fuera replicado por la competencia.
A diferencia de Faber-Castell; Staedtler no es una empresa familiar, hoy pertenece a un fondo de inversión, que ha logrado con el paso de los años una empresa saneada, sin deudas y esto se debe según el Gerente General Axel Marx, al estilo cauto de muchas de las empresas alemanas, que prefieren avanzar poco a poco en vez de vivir de préstamos y es que la cautela parece la clave para que las empresas puedan mantenerse vigentes por más de 150.
Pero si Staedtler destina miles de horas al año a la innovación, su vecino Faber-Castell no se queda atrás y trabaja arduamente para mantener su liderazgo y posicionamiento en el mundo. Sus fábricas están pintadas de colores brillantes como si se tratara de una caja de colores y en el interior se destina mucho tiempo para decidir maneras de conectar con sus clientes, que son de un espectro muy amplio, desde niños en edad pre-escolar, hasta adultos mayores.
Pensando en esa variedad de necesidades Faber-Castell lanzó al mercado hace unos años una línea de bolígrafos de lujo, que fue inicialmente muy criticada por algunos accionistas, pero que con el tiempo ha logrado hacerse un espacio en la categoría por la belleza del diseño, pero principalmente por la calidad de cada una de los bolígrafos y plumas.
Adicionalmente a esta línea de lujo Faber-Castell ha realizado innovaciones muy importantes a sus productos tradicionales; entre ellas es quizás el “grip” el aporte más relevante, nos referimos a esa línea punteada que tienen hoy los lápices y lapiceros para manejarlos mejor y poder agarrar el lapicero como corresponde. El “grip” ya no es exclusividad de Faber-Castell, pero ellos fueron los inventores hace ya veinte años de algo que pareciera tan evidente, pero que tomó siglos para que a alguien se le ocurriera y por lo que en su momomento obtuvieron cinco premios internacionales de diseño y fueron designados por la revista Business Week como el producto más innovador del 2001.
Pareciera que esta “Guerra de los lápices” es una en la que sólo hay dos combatientes, pero no podemos dejar atrás a Schwan Stabilo, marca alemana con sede en Heroldsberg a sólo 23 minutos de Nuremberg que con más de 160 años de existencia también es un contrincante de peso; lanzando productos de excelente calidad, innovadores y con presencia en más de 180 países.
La “Guerra de los lápices” es un combate que se lleva a cabo en Alemania en los alrededores de Nuremberg desde hace cientos de años, donde cada triunfo se ve reflejado inmediatamente en la mejora de los productos que se utilizan para escribir en el mundo entero; porque en materia de escritura son los alemanes quienes siempre estarán a la vanguardia.