Durante el aislamiento social he ido al supermercado varias veces; con la máscara, los guantes y todas las precauciones que éstos extraños días nos obligan a tener. Evidentemente llevó una lista de compras y la harina ha estado en ella todas las veces. Nunca he podido encontrar harina, ni esencia de vainilla, ni las bases de tortas instantáneas, esas a las que sólo les añades aceite y huevos.
¿Qué es lo que está sucediendo? Pues que en estos días de encierro muchas familias han decidido convertir sus casas en panaderías y han acudido al supermercado a aprovisionarse de los insumos que se requieren para hacer pan casero de todas las formas y tipos, pasteles y postres. Personas que en su vida habían entrado a la cocina es
Personas que nunca habían horneado nada en sus vidas, hoy se refugian en las cocinas por diferentes razones: algunos lo hacen por seguridad, otros para entretenerse, y los más porque hornear los hace sentir mejor. Luego exhiben sus creaciones en redes sociales esperando la aprobación y admiración de sus amigos y familiares; y sienten que están en contacto con el mundo exterior gracias al pan.
Las ventas de harina en las ciudades donde las medidas de aislamiento son más estrictas han subido hasta un 200% en la tercera semana de encierro, y los productores de harina han duplicado la producción sin poder satisfacer la demanda.
Se sabe -científicamente- y no por cuentos de las abuelas; que hacer pan o repostería tiene un efecto reconfortante y antiestrés. Es beneficioso con personas que sufren de depresión. El pan es el producto estrella del horneado casero; porque requiere más tiempo, paciencia y conocimientos; y también es la preparación que más satisfacciones brinda a la persona que la prepara; ya que siente que con sólo agua, harina y levadura, logra una creación que puede compartir con la familia. Hornear pan es sentir que tenemos la capacidad de dar sustento y protección a otros. Es un sentimiento poderoso; mas aún en estos tiempos.
El panadero australiano; Dan Lepard; uno de los más famosos del mundo señala " amasar, mezclar y hornear pan es una actividad que nos hace sentir mejor; no importa el resultado. El sólo hecho de prepararlo ya es terapéutico".
Iban Yarza; el famoso panadero español también explica que la humanidad viene horneando hace más de 4,000 años y al hacerlo la persona inconscientemente conecta con las raíces de la civilización occidental.
Hornear pan ofrece potencialmente un alivio del estrés si se empieza tranquilamente y se persevera horneando hasta conseguir el éxito. Es una actividad que de alguna manera pudiera ser entendida como una "terapia cognitivo-conductual" la cual refuerza la capacidad de resolver problemas.
El encierro y la incertidumbre de lo que sucederá más adelante nos obliga a aferrarnos a actividades sobre las cuales tenemos el control y cuyo resultado resulta gratificante y que más gratificante que un pan caliento recién salido del horno; con ese aroma tan peculiar que parece decirnos: "todo va a estar bien".