La misteriosa piedra de la coronación
7 de mayo 2023
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La coronación de Carlos III, realizada el pasado 6 de mayo, estuvo cargada de siglos de tradición y simbolismo, representada en objetos que le otorgan a todo el acto cierto aire de misterio. Además de la corona, el cetro, y el manto -por citar algunos-, esta una piedra, conocida como “La Piedra del Destino”, que se coloca bajo la silla del trono y que esconde una historia que se remonta a miles de años atrás; y que como si se tratara de la “Piedra Filosofal” de la novela de Harry Potter, le imprime a la coronación una connotación mágica:
La coronación de Carlos III-1948, -que se llevó a cabo el 6 de mayo en la Abadía de Westminster-esconde una serie de simbolismos que son representados en misteriosos objetos que forman parte de tradiciones legendarias. Uno de ellos es “La Piedra del Destino”, pieza que debe ser colocada bajo la silla donde se realiza el proceso de sucesión oficial y que ayer oficializó el título, que a la muerte de Isabel II (1926-2002) le correspondía a Carlos, y lo convirtió en el rey de todos los británicos.
“La Piedra del Destino” encierra una larga historia que involucra a Israel, Egipto y Escocia, y que le da a esta “aparententemente sencilla” roca de arenisca un rol casi divino en el proceso de coronar a un rey o reina británico.
De acuerdo a la historia, esta piedra data de la época del patriarca hebreo Jacob. Dice la Biblia en el Génesis capítulo 28, versículo 10: “Y salió Jacob de Beer-seba, y fue a Harán”; en el versículo 11 señala: “Y encontró con un lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó una de las piedras de aquel paraje y la puso en su cabecera, y acostóse en aquel lugar”; en el versículo 12 dice: “Y soñó, que en una escalera que estaba apoyada en la tierra, y su parte más alta tocaba el cielo; ángeles de Dios subían y descendían por ella”; y en el versículo 18: “Y levantóse Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y alzóla por título, y derramó aceite encima de ella”.
“La Piedra del Destino” no es otra cosa que la almohada que utilizó Jacob en el desierto y que le sirvió para en sueños tener imágenes del cielo. ¿Se imaginan la importancia de la piedra y los poderes que pueden emanar de ella? Pues los reyes británicos lo tienen clarísimo, la piedra es “un artefacto que de alguna manera te comunica con Dios”.
Posteriormente, Jacob llevó la piedra a Egipto y la transmitió a su nieto Manasés antes de morir, del cual dijo : “Será padre de pueblos y su raza se multiplicará”. Aquella piedra la tuvieron en su poder los hijos de Israel hasta que cruzaron el mar Rojo; y según cuenta la leyenda no todos los egipcios que perseguian a Moisés perecieron ahogados en el citado mar.
El general Haythekes hijo del griego Naulo, y que se había casado con Scota, hija del faraón de Egipto, fue de los pocos que sobrevivió, regresando luego de la fatídica persecución con un gran tesoro: “La Piedra del Destino”.
Con la piedra en su poder el egipcio atravesó el norte de África, pasó a España y fundó en Galicia un reino, cuya capital fue Brigantium. La piedra sirvió de trono a Haythekes y a los reyes brigantinos que a él sucedieron, los que fueron proclamados y coronados sobre ella.
En el siglo IX, Kenneth MacAlpin (800-853), primer rey escoces decide trasladar la piedra en la Abadía de Scone en Perth-Escocia, un pequeño pueblo a 72 km de Edimburgo para mantenerla fuera del alcance de los vikingos que por esa época asolaban las costas, y desde ese momento se utilizó para la coronación de todos los reyes escoceses; siempre ubicándola bajo el trono, como si se tratara de un transformador que con su “divina energía” los hacia poderosos. En el año 1296 las tropas del rey Eduardo I de Inglaterra (1239-1307) invadieron Escocia y se hicieron de la piedra, llevándola a Inglaterra, donde fue guardada en la Abadía de Westminster.
650 años después, el bloque rectangular de piedra fue robado por un grupo de estudiantes de origen escocés con la finalidad de llevarla a Escocia, donde estuvo “perdida” por años. En 1951 fue hallada en el altar de la Abadía Arbroath una ciudad costera al norte de Edimburgo, y se decidió regresarla a Londres para ser un elemento clave en la coronación de la reina Isabel II en el año 1953.
En la actualidad científicos se han dado el trabajo de analizar esta piedra milenaria y han descubierto marcas ocultas que nadie había visto. ¿Qué fue lo que encontraron? Pues números romanos. Este increíble hallazgo fue anunciado por el Historic Environment Scotland-HES, que se encarga hoy de cuidar y resguardar la piedra. Gracias a un modelo digital realizado en 3D se pudieron encontrar detalles nunca antes vistos.
Las imágenes digitales de la piedra mejoraron mucho la visibilidad de las características geológicas de la piedra, como el lecho cruzado, que indica las condiciones en las que se formó la arenisca. Según precisa HES, las múltiples marcas de herramientas en la piedra son una evidencia del trabajo original y las áreas de desgaste hoy se pueden ver con más claridad y muestran los detalles de la reparación a la que se sometió en 1951.
Los nuevos modelos en tercera dimensión ayudaron a confirmar que “La Piedra del Destino” fue trabajada de manera tosca por más de un albañil, incluso con el uso de herramientas diferentes. El descubrimiento de las nuevas marcas no registradas anteriormente también son significativas y aunque aún no se sabe a ciencia cierta cuál pudo ser su propósito o significado, ellas ofrecen una oportunidad emocionante para otras áreas de estudio.
Sobre la piedra se realizó un análisis de fluorescencia de rayos X (XFR) para determinar su composición elemental, lo cual llevó a descubrir algunos trazos de aleación de cobre en la superficie superior, que coinciden con una mancha oscura cerca del centro. Esto sugiere que un objeto de bronce o latón ha estado en contacto sobre la roca en algún momento de la historia, ya que también se encontraron rastros microscópicos de yeso que llenan los poros de la arenisca en varios lugares alrededor de la piedra.
En 1996 el primer ministro, John Major-1943 decidió que la piedra fuera regresada a Escocia, concretamente al Castillo de Edimburgo donde hoy es custodiada; pudiéndose prestar para ocasiones especiales, como la coronación de Carlos III, con la finalidad de cumplir con la tradición. Nos imaginamos que ya debe estar de vuelta.