Ya casi han transcurrido diez años del estreno de la última película de Harry Potter y lo cierto es que a pesar del tiempo transcurrido los productos inspirados en el joven mago y su mundo de hechicería se siguen vendiendo como "pan caliente"; ¿la razón? pues la fuerza del personaje pero principalmente el contenido emocional del producto. Acá se lo contamos.
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Harry Potter, es considerada la saga de libros más vendida de la historia y sus personajes los mas entrañables para febriles niños y adultos fanáticos; todos se rinden seducidos por este universo de magia escrito por la autora británica J. K. Rowling (1965).
Las aventuras de Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley, en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería y su lucha contra el malvado mago Lord Voldemort, han generado millones de dólares en ingresos para J.K Rowling quien hoy es una de las mujeres más ricas de Gran Bretaña, pero también para las empresas que hoy tienen los derechos de las películas y las licencias para fabricar productos alusivos a la saga.
La primera novela Harry Potter y la Piedra Filosofal publicada en 1997, fue el inicio de un aluvión de éxitos literarios para J.K Rowling; 6 libros y siete películas generaron todo un fenómeno social que no sólo se circunscribe a las letras impresas y a la gran pantalla. Millones de dólares se han generado en la venta de productos, y es que de Harry Potter y su mundo existe literalmente de todo; desde figuras de acción hasta ropa, pasando por varitas mágicas, túnicas, serpientes, arañas, dulces y todo cuanto uno pueda imaginar. El mundo en torno a Harry Potter es inagotable y los propietarios de las licencias en las diferentes categorías lo saben y las explotan año a año lanzando nuevos y mejores productos; y es que a casi diez años del estreno de la última película la pasión por el mundo mágico y sus personajes parece no acabar.
Un ejemplo de la fuerza del personaje es el parque de atracciones Universal Studio en Orlando - Florida, en donde se recreado con tanta precisión el mundo de Harry Potter que parece que realmente estuviéramos en Hogwarts o en el callejón Diagon, donde encontraremos por ejemplo la tienda de varitas mágicas Olivander, idéntica a la de la película o la tienda de curiosidades que los hermanos de Ron Wesley abrieron luego de ser expulsados de Hogwarts. Todo está ahí, es como si el mundo de Harry Potter su hubiera materializado realmente para el deleite de sus seguidores.
A través de crear una experiencia con un contenido emocional muy potente, el público que visita el parque se conecta con la película y los personajes de modo que resulta imposible que no terminen comprando algún producto; y es que al final todo está diseñado para eso, para que la pasemos bien, pero que terminemos comprando productos que sabemos de antemano no necesitamos pero que adquiriremos al ver felices a nuestros hijos en el parque o porque la emoción del momento nos envolvió y queremos llevarnos un pedazo de Harry Potter a casa.
¿Cuál es la idea de estos productos? pues que una vez que los compramos, pagando evidentemente un sobre precio, y veamos en casa la taza por la que pagamos la absurda cantidad de $20.00, nos acordemos lo bien que la pasamos y vengan a nuestra memoria recuerdos agradables; para nada recordaremos el día que llegó el estado de cuenta de la tarjeta de crédito con los gastos del viaje a Orlando y no montaremos en cólera al ver que el perro de la casa mordisquea el peluche de dragón, ese que costó $40, porque tu hijo de 6 años ya casi ni lo mira. De eso se tratan los productos de experiencia emocional: "llenarte de pura e intensa emoción en un momento determinado para adquirir objetos que en circunstancias ordinarias no adquirirías".
Los productos de experiencia emocional tienen por objeto crear una experiencia altamente emotiva de modo que cuando estemos en el nivel máximo de felicidad no tengamos reparos en comprar cosas que sabemos no necesitamos pero nos parecen importantísimas en el momento.
No muchas marcas pueden lograr este tipo de conexión con sus productos ya que se requiere primero de una historia muy sólida y de un planeamiento muy fino; no siempre funciona y existen casos desastrosos. Recuerde por un momento la cantidad de veces en que ha ido a parques de atracciones, eventos deportivos y conciertos y ha criticado a los que compran polos, llaveros, y demás chucherías; lo más probable es que la ejecución de la emoción en el punto de venta no creo el efecto en usted; pero no significa que no haya sucedido en otros; pero hay lugares donde la emoción es masiva y uno de ellos es Harry Potter en Universal Studios.
El verdadero retail de experiencia emocional debe estar soportado sobre una estructura creíble, bien realizada; que nos lleve a un viaje de puro sentimiento; de modo que en el punto máximo de emoción estemos dispuestos a meternos la mano al bolsillo y comprarlo todo.
Los expertos en este tipo de retail son los norteamericanos; piense por un instante en cada uno de los parques de diversiones de Orlando y California; o en los museos de Nueva York o Washington; todos estos lugares tienen tiendas donde se venden productos que probablemente no necesitemos, pero ahí se vuelven prioritarios. El visitante está tan extasiado con la experiencia que no tiene problema en gastar, gastar y gastar.
Harry Potter y su mundo mágico es un claro ejemplo de como la emoción es al final el elemento que nos hace tomar la decisión de comprar; pero no se confunda, el personaje y la historia no son suficiente, hay todo un trabajo que se ha venido realizando durante años para recrear en los parques temáticos o las tiendas especializadas ese mundo de magia que detona en los consumidores la adrenalina suficiente para comprar por ejemplo un uniforme de Gryffindor, o una varita mágica que con seguridad utilizaremos una sola vez, pero en el momento de comprarla parece tan vital como comprar leche o pan; y ese es el poder de la emoción, la capacidad de cegarnos por unos minutos para tomar decisiones absurdas pero gratificantes.