El croissant no nació en Francia
Martes 30 de enero 2024
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Existe la creencia popular que el croissant, ese delicioso pan, que con solo mantequilla sabe a gloria, es la máxima representación de la panadería francesa; pero muchos se quedarán sorprendidos al saber que los orígenes de este delicioso pan se remontan al asedio de Viena por parte del ejército otomano en el siglo XVII. El croissant no es un invento de los franceses, es una creación de los panaderos de Viena en Austria y hoy que es el Día Internacional del Croissant es mejor aclarar las cosas. Aquí la verdadera historia de este delicioso pan:
Estamos seguros que al desayunar un café y un croissant caliente untado con mantequilla y mermelada de moras - que es como a mi me gusta - lo primero que vendrá a su mente -además de las calorías que se está comiendo - son imágenes del alguna terraza parisina con vistas a la Torre Eiffel, y que también que hay que agradecerle a los chefs franceses por tan importante aporte a la gastronomía mundial. Pues después de leer la historia de hoy la próxima vez que se coma un croissant ya no pensará igual.
¿Cuál es el real origen de este delicioso “viennoiserie”? Porque esa es la palabra exacta para describir este tipo de pan. Empecemos por la definición; hoy al escuchar la palabra “viennoiserie” entendemos que se está hablando de cualquier producto de panadería fina; pero en francés el término “viennoiserie” proviene de la palabra “viennois” que hace referencia a productos originarios de Viena, capital de Austria; que es realmente la ciudad donde vio por primera vez la luz el croissant.
Para entender la historia tenemos que viajar al pasado, exactamente a Viena en 1683 cuando los turcos otomanos con la intención de apoderarse de la ciudad decidieron cavar un túnel debajo de las murallas. Los panaderos escucharon los ruidos de los soldados turcos mientras construían el túnel y alertaron al ejército de la ciudad que con el apoyo del Rey Juan III de Polonia (1629-1696) lograron finalmente durante la Batalla de Kahlenberg - 1683 derrotar a los turcos.
La ciudad de Viena estaba eufórica con la derrota de los turcos; habían sido dos meses en los que la ciudad había estado bajo la amenaza de una invasión y con los turcos pues las cosas fáciles no iban a ser. Los panaderos de la ciudad - que fueron los que alertaron al ejército - querían celebrar el triunfo con un pan especial y no tuvieron mejor idea que preparar uno que simbolizara la media luna o luna cresciente otomana que aparecía en la bandera turca. Para prepararlo tomaron como base la receta de un pan muy popular en Austria llamado "kipferl", pero esta vez le darían forma de media luna, de modo que cada vez que alguien lo comiera recordara el triunfo de los austriacos sobre los turcos, era un poco como morder al enemigo y devorarse el símbolo de la bandera.
El "kipferl" con la forma de media luna se volvió muy popular en Austria e hizo un gran salto a Francia en 1770 debido al matrimonio de la princesa austríaca María Antonieta (1755-1793) - la que fue decapitada - con el Delfín de Francia, futuro Luís XVI (1754-1793).
María Antonieta al llegar a la Corte de Versalles cayó en una profunda depresión extrañando a su familia y a su ciudad. Los cocineros de palacio trataron de alegrarla preparando recetas típicas austriacas, entre las que se encontraba el "kipferl" al cual los panaderos franceses denominaron “croissant” en referencia al término “croissant de lune” o luna cresciente.
El croissant poco a poco fue ganando prestigio en los hornos parisinos; pero es en 1839 cuando realmente se vuelve popular. Medio siglo después de la Revolución Francesa un panadero austríaco llamado August Zang decidió abrir una panadería dedicada principalmente a la preparación de esta variedad pan. La panadería estaba situada en el número 92 de la rue de Richelieu en el segundo Distrito. El éxito fue inmediato y muchas otras panaderías parisinas empezaron a prepararlo.
Durante los años el croissant fue evolucionado en los hornos franceses. Se modificó un poco la receta del original del "kipferl", añadiéndole más mantequilla para hacer más ligoso el interior y dorado y crujiente el exterior; y es esa la versión del producto que hoy nos llega y que hace que nadie se pueda resistir a comer un croissant caliente con mantequilla acompañado de un humeante café. La próxima vez que se coma un croissant, recuerde a los austríacos, porque ellos son los inventores.