Si en diciembre del año pasado alguien nos hubiera dicho que en el 2020 veríamos de regreso a los autocines, hubiéramos dicho que esa persona no tenía ni idea donde estaba parada y que de tendencias de mercado sabía tanto como nosotros de física cuántica; pero lo cierto es que a partir de enero del 2020 el mundo que conocíamos tiró abajo cualquier proyección o tendencia y lo que antes pensábamos que era una auténtica locura hoy se vuelve realidad.
Para muchos negocios el Coronavirus ha significado un golpe durísimo. Son millones de puertas alrededor del mundo que se han tenido que cerrar y muchas de ellas quizás para siempre; pero son los cines el formato de entretenimiento que peor lo viene pasando, el Coronavirus ha puesto a la categoría en jaque y su existencia es incierta.
En muchas ciudades se han empezado programas de desescalada, poco a poco los restaurantes y tiendas han empezado a abrir sus puertas; pero los cines permanecen cerrados con ocho candados; primero porque resulta muy difícil garantizar el distanciamiento social dentro de una sala y también porque es evidente que a las personas les da un poco de temor volver a una sala de cine que es en buena cuenta un espacio cerrado.
Pero como siempre sucede las crisis traen oportunidades y hace que el ser humano se adapte ya que a pesar de las tragedias finalmente la vida no se detiene y si hoy no se puede ir al cine como lo conocíamos hace su aparición un formato de entretenimiento que para muchos era parte de los libros de historia y para otros -principalmente los más jóvenes- algo totalmente desconocido: nos referimos a los Autocinemas, que tienen hoy en pleno Siglo XXI una segunda oportunidad; es cierto producto de una crisis, pero si se manejan adecuadamente podrían llegar para quedarse.
Y muchos de ustedes se preguntarán: ¿Autocinema? ¿Desde cuando existe? ¿Quién se lo inventó? ¿Dónde operó el primero? Pues lo invitamos a un nostálgico viaje al pasado que aclarará todas sus dudas y lo dejará con ganas de ir al Autocinema más cercano de su ciudad, por lo menos una por una vez, porque al Autocinema hay que ir.
Para contar la historia del Autocinema tendríamos que viajar casi 105 años en el pasado a Estados Unidos y contrariamente a lo que usted pudiera imaginar no iremos a ninguna de las grandes ciudades norteamericanas sino a una pequeña ciudad en el Estado de Nuevo México, nos referimos a Las Cruces, ciudad que hoy tiene casi 100,000 habitantes pero que para 1915 no llegaba a 10,000 habitantes, pero a pesar de ser casi un pueblito tenía un Cine; el Teatro Guadalupe donde el propietario combinaba público sentado en butacas y la posibilidad de ubicar hasta 40 vehículos; tanto público sentado como aquellos en autos tenían visión perfecta a la pantalla. La razón porque el propietario decidió operar así no la sabremos nunca, lo cierto es que este primitivo modelo de Autocine en Las Cruces – Nuevo México fue el primer antecedente del que se tiene registro.
El Teatro Guadalupe cerró al año de haber inaugurado, pero la idea del cine con autos al aire libre inspiró a Claude V. Caver que vivía en un pueblito llamado Comanche en Texas para proyectar películas mudas al aire libre en un terreno baldío en el centro del pueblo durante las noches de verano de 1920, donde las personas estacionaban sus vehículos.
Si bien es cierto lo ocurrido en Las Cruces como en Comanche fueron antecedentes parecidos al Autocine, los expertos señalan que el primer Autocine con todas las de la ley se le debe a la creatividad de Richard M. Hollingshead que vivía en Camden – Nueva Jersey a sólo 2 horas de Manhattan.
La familia de Richard Hollingshead era propietaria de la Hollingshead Corporation, (fábrica de repuestos automotrices); pero Richard era inquieto y veía oportunidades de negocio en todos lados; así decidió clavar una pantalla en unos árboles en el patio trasero de su casa, y colocó un proyector Kodak de 1928 sobre su coche y una radio a todo volumen detrás de la pantalla. Adicionalmente ideo un sistema de bloques de cemento sobre los cuales los coches se estacionaban para garantizar que desde todos los ángulos la pantalla se viera bien. A Hollingshead la idea le pareció espectacular y para evitar ser pirateado decidió postular a una patente de invención que fue otorgada el 16 de mayo de 1933. Con la patente bajo el brazo inauguró el primer Autocine de la historia en junio 6 de 1933 en su ciudad en un terreno con capacidad para 400 autos. La inauguración coincidió con el de la comedia británica Wives Beware (1932), y cuentan que más de 200 autos se quedaron sin poder ingresar al Auto Cine.
El negocio fue un éxito automático pero en Camden no faltaron comentarios que la razón del invento era que la madre de Hollingshead muy subida de peso no entraba en una butaca regular de cine y esa fue la inspiración del formato. Lo cierto es que el Autocine en Camden que para esa época se llamaba “Cine Teatro del Automovil” se volvió el lugar de moda, más aún con el slogan con el cual se publicitaba: “Cada uno con su propio palco”
Una de las razones del éxito del formato fue el valor de la entrada que era considerablemente menor que la de una butaca de cine tradicional y en plena depresión norteamericana era una solución de entretenimiento muy atractiva; donde toda la familia era bienvenida, incluido los niños que sin importar lo ruidosos eran recibidos con los brazos abiertos ya que dentro de los autos no incomodaban a los otros clientes.
Hollingshead vendió la franquicia del Autocine a la empresa Loews Drive-In Theatres, Inc., pero tuvo muchos problemas para cobrar las regalías que emanaban del acuerdo y tras llevar a juicio a la compañía Loews, Hollingshead perdió la patente y la idea del Autocine quedó abierta a quien quisiera desarrollarla.
La Segunda Guerra Mundial dejó en suspenso cualquier idea de negocio, pero al finalizar la guerra los Autocines vivieron su época dorada, se convirtieron en los favoritos de los Baby Boomers que acudían a ellos no sólo a ver películas sino a pasarla bien, como si se trataran de clubes; es por eso que cuando nos mencionan la palabra Autocine no podemos evitar evocar esas imágenes de coloridos autos y jóvenes con chaquetas de cuero y jovencitas con faldas de colores pasteles o pantalones muy ajustados; un poco al estilo de la película Grease o la serie Happy Days.
Durante los cincuenta y los sesenta se abrieron en Estados Unidos más de 4,000 autocines, principalmente en zonas rurales donde era posible comprar grandes extensiones de tierra a precios muy bajos.
Desafortunadamente nada es para siempre y en la década de los setenta el formato fue perdiendo popularidad; la crisis del petróleo y la aparición de las cintas VHS, hizo que los autos se redujeran de tamaño y resultaba más cómodo alquilar una película y verla en casa.
Con la aparición del cable y el advenimiento de la era digital, los Autocines se convirtieron en sólo un recuerdo, existiendo aún en algunas ciudades del mundo más como un recuerdo de una época pasada que como un lucrativo negocio. Hasta antes de la pandemia a nivel mundial quedaban 300 en todo el mundo.
Sin embargo, inesperadamente desde enero de este año las cosas cambiaron radicalmente en el mundo, y hoy el Autocine vuelve a estar de moda, un poco a la fuerza, porque sólo encerrado en un auto se garantiza el distanciamiento social. En muchos Centros Comerciales alrededor del mundo se levantan complejos para que los clientes puedan ir al cine en sus autos, la pasen bien y tengan un momento de diversión.
¿Durarán los Autocines mucho tiempo? Pues esa respuesta no la tienen ni Nostradamus, ni Walter Mercado ni Houdini. No sabemos realmente que sucederá. Se dice que conviviremos con el virus un buen tiempo; y eso puede extender la permanencia del formato, pero la verdad y es nuestra opinión el formato no puede ni podrá competir con la magia del cine y la emoción de ir a ver una película en una cómoda butaca y comer toneladas de popcorn, mientras eso vuelve pues tenemos el Autocine.