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¿Cuántas veces los ha utilizado? nos imaginamos que infinidad de veces, ya que están en nuestras cocinas desde que tenemos memoria, y son tan cotidianos como el frasco de sal; pero con seguridad nunca nos hemos detenido un tiempo a pensar la historia detrás de este cubito de condimentos prensado, envuelto en una platina. ¿De dónde salió? ¿quién lo inventó? Después de leer la historia de hoy, estamos seguros que la próxima vez que vea una caja de cubitos la mirará con mucho más respeto.  

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Para contar la historia del simple y sencillo, cubito o “caldo de gallina” como le llaman en algunos lugares, pues tenemos que viajar mentalmente hasta las últimas décadas del Siglo XIX, una época en la que se vivieron cambios tecnológicos que afectaron para siempre la manera de vivir de la humanidad: el mundo inició su imparable camino a la industrialización, apareció la electricidad, se masificaron los viajes en ferrocarril, surgieron las primeras y muy rudimentarias versiones del automóvil y el aeroplano, se inventó el teléfono. Fue como si de pronto la humanidad hubiera alcanzado la iluminación y todo hubiera aparecido de golpe...así de repente.

 

La industrialización también trajo la aparición de emprendedores en todas las categorías y los alimentos no fueron la excepción y así nos encontramos con Julius Maggi (1846-1912) suizo, hijo de inmigrantes italianos, que desde pequeño había visto a su madre en la cocina, y como era muy imaginativo mientras la veía trabajar soñaba que inventaba productos “mágicos” que le facilitaran las labores domésticas. 

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Julius Maggi creció pensando en la manera de como inventar alimentos, o crear a partir de los existentes nuevas e  innovadoras versiones, y logró hacer su sueño realidad cuando con el apoyo de su familia abrió en 1870 una pequeña fábrica para procesar harina de trigo en el pequeño pueblo de Kemptthal muy cerca de Zurich, pero evidentemente Julius no quería vender harina, la harina era una pretexto, la fábrica era en realidad un laboratorio para tratar de crear productos diferentes. Obvio no comunicó sus "secretos planes" porque la familia hubiera pensado que estaba loco -y la realidad un poco si lo estaba-, por lo que mientras de día trabajaba en la fabricación del harina  -porque había que vivir de algo-, en las noches se encerraba en su oficina para, mezclar, batir, cernir, triturar y todo lo que se le pudiera ocurrir en la tarea de inventar productos nuevos.  

 

No pasó mucho tiempo para que Julius lograra resultados extraordinarios, para empezar logró desarrollar harinas a partir de arvejas y frijoles, cosa que a nadie se le había ocurrido y en 1885 inventó un producto que revolucionaría de muchas formas la manera como nos alimentamos. inventó las sopas instantánea, las que hoy se venden en sobres  -ya lo sabe para la próxima vez que se toma una cremita de espárragos- y al año siguiente el primer condimento concentrado en formato líquido, ideal para sazonar. La fábrica Maggi dejó atrás la harina de trigo para empezar a comercializar estos novedosos producto.

Pero la creatividad de Julius Maggi no tenía límites, decidió explorar con sabores muy poco comunes, sopas con sabor a curry, o a tortuga, que fueron un auténtico fracaso y también desarrolló un sazonador a base de trufas que por esa época tuvo muy poca aceptación.

 

A pesar de los fracasos Maggi no perdía la creatividad, seguía a la búsqueda de un producto tan potente y poderoso que pudiera rivalizar con la misma sal y que se convirtiera en el favorito de todas las cocinas del mundo, pero quería un producto  práctico, económico y muy sencillo de manipular.

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No fue hasta 1908 que después de miles de intentos  Julius Maggi llegó a la idea del cubo concentrado de caldo que servía como base para sopas pero también como saborizante. A este nuevo producto  Maggi  le dio la forma de un cubo que en realidad era un ortoedro -prisma rectangular octogonal- de un tamaño aproximado de 15mm, con un sabor que en esa época era parecido al del caldo que se obtenía de hervir carne de res o de gallina, y que al entrar en contacto con sustancias líquidas se disolvía, dándole de manera casi milagrosa un sabor especial a las comidas. Fue bautizado como "Bouillon Cube", haciendo referencia a su capacidad de replicar el sabor de la tradicional sopa francesa.

 

El éxito fue inmediato, las órdenes para adquirir el maravilloso cubo sazonador llegaban una tras otras, y el nombre Maggi se volvió internacional. Tras el éxito del producto, y como es natural empezaron a aparecer detractores, señalando que el "Bouillon Cube" era un vil y sucio plagio, que ya había sido inventado decían unos por  el confitero francés Nicolás Appert (1749-1841) que desarrolló un polvo saborizante para alimentar de manera práctica a las tropas de Napoleón, y otros reclamaban la autoría a favor del químico alemán Justus von Liebig (1803-1873), pero lo cierto es que Julius Maggi había patentado su fórmula y es a él al que se le reconoce mundialmente como el creador de este producto.

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Desafortunadamente un producto tan innovador sirvió de inspiración para que otras marcas lanzaran versiones similares, no idénticas pero parecidas, coincidiendo todas en algo: independientemente del sabor y del color, más del 60% del cubito sal, lo cual hasta hoy sigue siendo así. Haga la prueba y tómese una tacita de sopa preparada con un caldo Maggi o Knorr y verá como sus manos se hinchan como si fuera pez globo y si sufre de presión alta, ya sabe que basta un cubito para terminar en urgencias.

 

Así pues solo dos años después que Maggi lanzara al mercado el cubito, la marca inglesa Oxo hizo lo propio, lanzando con bombos y platillos un cubito con sabor a carne de res y en 1912 Knorr -el gran competidor de Maggi- hacía lo mismo: para 1913 se comercializaban del mágico cubito 13 marcas diferentes, y si bien Maggi fue sin lugar a dudas el primero en fabricarlo, el cubito sin importar la marca se metió como la humedad en las cocinas del mundo.

El éxito de la sopa en cubo se  hizo tan popular en Europa p a inicios del Siglo XX, que por ejemplo la marca inglesa OXO surtió de 100 millones de cubos al ejército inglés, ya que por su practicidad eran perfectos para darle de comer a los soldados en las trincheras, "decimos darles de comer...porque alimentarlos eso ya es otra cosa".  

 

Independiente de la aguerrida competencia entre las marcas, el cubito le dio a  Maggi el impulso que necesitaba para volverse una marca global y así la empresa dejó de circunscribirse a Suiza y los países cercanos, iniciando su expansión por el mundo entero, hoy son muy pocos los países donde Maggi y su cubito no están presentes.

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 En 1947 tanto era el poder de los productos Maggi , que Nestle -otra marca Suiza- decidió comprarla, siendo hoy una de las líneas de productos más potentes de su portafolio y ha sido Nestle la que realmente se ha encargado del crecimiento de Maggi en el mundo, logrando que el "cubo de caldo" o "bouillon cube" se asimilara perfectamente a la gastronomía del mundo entero, como si hubiera sido parte de sus recetas originales desde siempre, principalmente en países del África y América Latina donde los platillos tienen sabores muy fuertes. La practicidad, la economía y la durabilidad del cubito, hacen que sea accesible para el mundo entero y se utiliza tanto en palacios como en muy sencillas casas.

 

Para que tengan una idea de lo poderoso que es este producto, Knorr por ejemplo vende 600 cubitos por segundo a nivel mundial, 10 de los cuales se venden en los Estados Unidos, y en tiempos recientes en los meses de las terribles cuarentenas las ventas del cubito Knorr, se incrementaron en un 70%, cosa similar debe haber sucedido con Maggi.

 

Ya lo sabe la próxima vez que entre a su cocina, tome un cubito de la caja, le saque la platina y esté a punto de meterlo a la olla, piense todo lo que hubo detrás….el cubito para sopa es una muestra que las cosas no por ser sencillas no llevaron su tiempo.

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